Omniprecencia de D-os (Maimonides)

Ya que se ha aclarado que El Eterno no es un ser ni un ente material, se entiende que no le ocurren los accidentes que recaen sobre los seres materiales: 1. no adición, no división, 2. no lugar ni medida, 3. no ascenso ni descenso, 4. no izquierda ni derecha, 5. no delante ni atrás, 6. no sentarse ni pararse, 7. no tiempo para poseer principio, fin o número de años, 8. no cambio para poseer algo que lo altere, 9. no muerte ni vida como los seres materiales vivos, 10. no torpeza ni sabiduría como las del hombre sabio, 11. no dormir ni despertar, 12. no enojo ni risa, 13. no alegría ni tristeza, 14. no silencio ni habla como el de los seres humanos.
Así han dicho los sabios: "No existe en la esencia divina, ni sentarse ni pararse, ni separación ni adición" (Talmud de Babilonia, Tratado de Jaguigá 15a)

[12] Ya que esta realidad es así, todos los conceptos semejantes que se han mencionado en la Torá y en las enseñanzas de los profetas, todos son ejemplos y metáforas, como se ha declarado: "El que habita en los cielos se reirá; El Eterno se burlará de ellos" (Salmos 2:4); "Me provocaron la ira a causa de sus ídolos" (Deuteronomio 32:21); "Así como El Eterno se alegra en hacerles bien y en multiplicarlos..." (Deuteronomio 28:63).

Expresiones como estas han sido incluidas por los sabios dentro del concepto: "La Torá se expresó en un lenguaje humano, con muchas expresiones y todas necesitan interpretación" (Sifrá a Levítico 20:2)

Así se ha declarado: "¿Me enojarán a Mí?, dice El Eterno. ¿Acaso no actúan, más bien, para su propia vergüenza?" (Jeremías 7:19); "¡Porque yo, El Eterno, no cambio...!" (Malaquías 3:6).

Si El Eterno a veces se enojara o a veces se alegrara, cambiaría. Por el contrario, todos estos accidentes no se encuentran sino en los entes materiales, cuya naturaleza es baja y turbia, "habitantes de moradas de barro cuyo soporte es polvo" (Job 4:19).
El Eterno, sin embargo, se eleva por sobre todo esto.

El Templo de Jerusalem