La Profecia verdadera (Maimonides)

Los profetas poseen diferentes categorías: así como existe entre los sabios aquellos que son mayores que otros, también entre los profetas existe quien es mayor que otro. No obstante, todos han visto la visión profética a través de un sueño, por medio de una visión nocturna, o durante el día, pero sólo después de haber caído sobre ellos un sopor, como se ha declarado: "En una visión me haré conocer, por medio de un sueño hablaré" (Números 12:6).

Todos los profetas, cuando reciben profecía, sus miembros se conmueven y su fuerza física decae; sus pensamientos se enloquecen de manera tal que su comprensión queda vacía para entender lo que vea, tal como se ha declarado con
Abraham: "He aquí un gran terror oscuro cayó sobre él" (Génesis 15:12), o como se declara sobre Daniel: "Me quedé solo y entonces contemplé esta gran visión, no tuve fuerzas y mi semblante se mudó como destruido y no pude detener a mi fuerza que me abandonó" (Daniel 10:8).

[3] La información que se le anuncia al profeta a través de la visión profética es comunicada en forma metafórica, e inmediatamente se graba en su comprensión la interpretación de la parábola profética y entiende lo que se trata. Así, por ejemplo, la "escalera" que vio nuestro patriarca Jacob y los ángeles que subían y bajaban por ella (Génesis 28:12), lo que era una metáfora de los diferentes reinados [que combatirían a Israel] y de su sometimiento. Así también los "animales" que contempló Ezequiel (cf. Ezequiel, cap. 1, 10), o las visiones de la "olla hirviendo", "el bastón almendrado" que contempló Jeremías (cf. Jeremías 1:11-12); el "rollo" que vio Ezequiel o la "medida" que vio Zacarías (Zacarías 5:6), y así el resto de los profetas.

En algunos casos el profeta comunica la metáfora y su interpretación, como los anteriormente mencionados, y en otros casos informan solamente su interpretación. A veces dicen sólo la metáfora sin interpretarla, como en algunos relatos de Ezequiel y Zacarías. No obstante todos los profetas reciben la profecía por medio de metáforas y enigmas.

[4] Los profetas no reciben profecía en cualquier momento que desean, sino que se concentran y se sientan alegres, tranquilos y solitarios, ya que la profecía no puede recaer cuando la persona está triste, ni cuando está inactivo, sino dentro de un ambiente de alegría (*). Por lo tanto, los aprendices de profetas tenían frente a ellos un arpa, un pandero, una flauta y un laúd y ellos deseaban recibir inspiración; así es como se declara: "ellos profetizaban" (1 Samuel 10:5), es decir: se esforzaban en comportarse
de manera tal de recibir la inspiración, hasta que la recibían, como se suele decir: "fulano crece...".

(*) Cf. Talmud de Babilonia, Tratado de Shabat 30b. Esta es la causa, dirá Maimónides, que se interrumpió la profecía de Israel desde que fueron exiliados en tiempos de la destrucción del primer Templo, debido a la opresión y a la tristeza que se encierra en el corazón cuando se es un esclavo sometido a pueblos hostiles. Y esta es la razón por la cual ha de retornar la profecía durante la época mesiánica, cuando nuestra alma se llene de alegría (Cf. Moré Nebujim II,36).

[5] A aquellos que intentaban profetizar se los denominaba aprendices de profeta. A pesar que se concentraban y esforzaban en ello, a veces recibían profecía y a veces no (*).

(*) Como los sabios han declarado: "era propicio que bajara sobre él la Presencia divina, sin embargo su generación no lo ameritó" (Tratado de Sanhedrín 11a). Maimónides en el Moré Nebujim (II,32) describe que existen tres opiniones sobre la profecía: la primera, la opinión de los ingenuos que piensan que sobre cualquier hombre, ya sea sabio o tonto, estudioso o ignorante, siendo que posee alguna de las virtudes éticas, si Dios lo decide puede ameritar
recibir de su profecía; la segunda, la opinión de los filósofos que enseñan que el profeta es el hombre naturalmente perfecto, quien alcanzó la virtud ética e intelectual y por lo tanto es imposible que no profetice; la tercera, la opinión de nuestra Torá y principio de nuestra fe, no discrepa con los filósofos en lo referente a la virtud ética y espiritual aunque para ella, sin embargo, estos factores no son suficientes, y es necesaria la voluntad divina que hará posar sobre un hombre su mensaje.

[6] Todo lo que hemos dicho era el modo de profetizar de todos los profetas anteriores y posteriores, excepto nuestro maestro Moisés, el maestro de todos los profetas. ¿Qué diferencia hay entre la profecía de Moisés y la del resto de los profetas?
[a] Todos los profetas recibían esta inspiración a través de un sueño o de una visión y en cambio Moisés profetizaba mientras estaba despierto y de pie, como se declara: "Cuando venía Moisés a la Tienda de Reunión para hablar con él y escuchaba la voz que hablaba con él" (Números 7:89).
[b] Todos los profetas recibían profecía por intermedio de un ángel, y por eso contemplan lo que contemplan como metáfora y enigma, pero nuestro maestro Moisés no recibía por medio de un ángel, como se declara: "boca a boca he
de hablar con él" (Números 12:8). Además se declara: "Habló El Eterno con Moisés frente a frente" (Éxodo 33:11); "La presencia de El Eterno contempló..." (Números 12:8). Es decir, que no hubo en su profecía metáfora alguna, sino que contempló la información comunicada en forma clara, sin enigma ni metáfora. Esto es lo que la Torá atestigua sobre él: "Visión clara y no enigma..." (Números 12:8), o sea, que no profetizó a través de enigmas sino por intermedio de
visiones claras, es decir, contempló la información en forma clara.
[c] Todos los profetas son presas de miedo, susto y espanto, mientras que con Moisés, nuestro maestro, no es así; esto es lo que declara el versículo: "así como habla una persona con su prójimo" (Éxodo 33:11), es decir, así como una persona no se asusta al escuchar lo que le dice su prójimo, del mismo modo Moisés tenía una fuerza especial en su personalidad para entender la información profética y mantenerse íntegro.
[d] Todos los profetas no podían profetizar cuando ellos deseaban, mas con Moisés, nuestro maestro, no es así, sino en cualquier momento que lo deseaba el espíritu de santidad lo revestía y la profecía lo inspiraba. No necesitaba concentrarse ni preparase para recibirla, ya que él estaba siempre preparado y su categoría era como la de los ángeles. Por lo tanto, podía profetizar en cualquier momento, como se declara: "Aguarden y escucharé qué El Eterno ha de mandarles" (Números 9:8); esto se lo prometió Dios cuando le dijo: "Anda, di a ellos: ¡vuelvan ustedes a sus tiendas y tú quédate aquí conmigo" (Deuteronomio 5:26-28). De todo lo anterior se entiende que todos los profetas, cuando la profecía se retiraba de ellos, volvían a su tienda, es decir, a todas las necesidades corporales, como el resto del pueblo, y por lo tanto no era necesario que se separaran de sus mujeres; nuestro maestro Moisés nunca más volvió a su primera tienda, por eso se separó de su mujer para siempre y de todo lo parecido a esto. Se ató su comprensión con el Creador del mundo y no se separó de él esta inspiración jamás, teniendo un rayo de luz sobre el semblante y llegó a la categoría de santificación de los ángeles.

[7] El profeta, es posible que reciba profecía para sí mismo únicamente con la finalidad de ampliar su entendimiento hasta que comprenda lo que no hubiere comprendido de aquellos profundos conceptos. También es posible que se lo envíe a parte del pueblo, o a habitantes de ciudades o de reinados, con el objetivo de hacerles entender e informarles lo que han de hacer, o para impedirles que continúen cometiendo acciones reprobables. Cuando lo
envían se le proporciona una señal y un milagro, de modo tal que el pueblo sepa que Dios lo envío verdaderamente. Pero no todo el que hace una señal o realiza un milagro es un verdadero profeta; sino una persona, sobre el que ya hemos sabido de un principio que es apropiado que reciba profecía por su sabiduría o por sus virtuosos actos, a través de los cuales sobresale sobre el resto de sus congéneres, alguien que se comporta según las normas de la
profecía con su santidad y abstinencia, si luego viene y hace alguna señal o milagro, y entonces dice que Dios lo ha enviado, en este caso es una obligación escucharlo, como se declara: "A él han de escuchar..." (Deuteronomio 18:15).
Es posible que alguien que no siendo profeta realice señales y milagros -en tal caso hay que investigar tales portentos- no obstante es una obligación escucharlo, ya que es una persona importante, sabia y apropiado para recibir la profecía, entonces se lo mantiene en su categoría. Ya que así hemos sido encomendados, así como debemos decidir un juicio basándonos en dos testigos aptos, a pesar que puedo sospechar que mintieron, por cuanto que tienen categoría de aptos, no ponemos en duda esta confiabilidad. Sobre este tema y semejantes se ha declarado: "Lo oculto pertenece a El Eterno, nuestro Dios, en cambio lo descubierto es atinente a nosotros y a nuestros hijos" (Deuteronomio 29:28). También se ha declarado: "El ser humano es capaz de ver a los ojos, en cambio El Eterno observa el corazón" (1 Samuel 16:7).

El Templo de Jerusalem