La Profecia (Maimonides)

Uno de los fundamentos de la Torá es saber que Dios concede profecía (*) a los seres humanos (**). La profecía en cuestión no recae sino sobre un sabio de amplia sabiduría y fuerte en virtudes, una persona tal que su impulso al mal no logre vencerlo en ningún momento, y en cambio él venza con su entendimiento a su impulso al mal de manera constante; siendo además una persona cuya comprensión sea amplia y muy correcta.

(*) Profecía: en español el termino proviene de las voces griegas "pro" antes y "faino" mostrar, en el sentido de enseñar o hacer ver. Al parecer la carencia de un vocablo, en las lenguas profanas, adecuado para verter el nivel de relación entre el hombre y El Eterno en el Tanaj, llevó a identificar al profeta como alguien que enseña o muestra algo que ha de acontecer, siendo que este es uno de los aspectos de esta relación y no el único. En hebreo la raíz .... indica principalmente la acción de expresar o decir y además la acción de ver. Así notamos que la expresión "profeta" se utiliza primeramente con Abraham: "Ahora, devuelve la mujer del hombre, porque el es un profeta, y rezará por ti ¡y vive!. Pero sin no la devuelves, has de saber que morirás tú y todo lo que posees" (Génesis 20:7) Los comentaristas a la Torá ad loc. explican el significado del vocablo:

1. Rashí ad loc. cita al Midrash (Bereshit Rabá 52:8, cf. Tratado de Baba Kama 92a), que relaciona la profecía de Abraham con el conocimiento: "Porque él es un profeta: y sabe que no la tocaste, por lo tanto rezará por ti".

2. Rashbam ad loc. lo estudia de manera más etimológica: "Porque el es un profeta" [Nabí]: este termino se conecta con el pasaje "la expresión [Nib] de sus labios" (Isaías 57:19), es decir, el es alguien que continuamente está conmigo y expresa Mis palabras y yo estimo sus palabras y recibo su oración.

(**) El tema de la profecía es tratado por Maimónides en otras obras: en la introducción a su comentario a la Mishná, en el capítulo séptimo de los Shemoná Perakim (introducción al comentario de Pirkei Avot), en casi toda la tercera parte del Moré Nebujim, y es el principio séptimo de los trece principios de la Torá (introducción al comentario al capítulo talmúdico Jelek), siendo que en cada obra estudia el tema desde perspectivas distintas. Según leemos, de acuerdo con Maimónides la posibilidad de la profecía es uno de los fundamentos de la Torá, siendo la negación de la misma un pecado muy grave: "Tres son los que se denominan epicúreos: el que dice que no existe profecía en absoluto, y dice que no existe conocimiento que provenga del Creador sobre el corazón de los seres humanos..." (Hiljot Teshubá 3:8). Siendo además una característica de algunos y no de todos: "La profecía: es decir, el ser humano debe saber que entre los demás seres humanos se encuentran algunos poseedores de características naturales, cualidades óptimas y puras, además de una gran perfección. Sus almas se han preparado para poder recibir la forma del intelecto [el intelecto material, el intelecto en potencia de ellos se ha
transformado por intermedio de la actividad del pensamiento constante y de la intelección, "intelecto en acto", es decir: rico en conceptos y en descripciones intelectuales, axiomas; esto es la forma del intelecto.]; después se conecta este intelecto humano con el intelecto agente y se produce de el y sobre el una emanación sublime: estos son los profetas, esta es la profecía, esto es lo que implica." (Principio séptimo).

Una persona que posee todas estas cualidades, perfecto físicamente, cuando entre al "pardés" y ser arrastrado tras aquellos grandes y lejanos conceptos, y alcanzar una comprensión clara para poder entender y conceptuar, además de santificarse y retirarse de las conductas mundanas, las cuales son símbolos de la oscuridad del tiempo; se agiliza a si mismo y se educa para no caer en pensamientos fatuos ni en las vanidades y sus imaginaciones, y en cambio su mente siempre está dirigida a lo metafísico, conectada con el Trono divino
dispuesta a entender aquellas formas puras y sagradas, y entonces esta persona contempla la Sabiduría divina (*). Observa desde la forma primera hasta el centro de la tierra y comprende su grandeza y entonces el espíritu de santidad lo inspira; de manera tal que cuando aquel espíritu se posa en él, su alma se conecta con la categoría de los ángeles llamados "Ishim" (personas) y se transforma en una persona distinta y llega a entender con una comprensión diferente a la que tenía. Entonces se eleva sobre la categoría común del resto de los seres humanos sabios, tal lo relatado sobre Samuel: "Profetizaste con ellos y te transformaste en un hombre distinto" (1 Samuel 10:6).

(*) Maimónides define aquí al profeta como un hombre que posee las siguientes características personales:

1. Sabiduría, es decir, debe poseer todas las virtudes
intelectuales (Cf. Cap. Séptimo de los Shemoná Perakim), de tal modo que su comprensión de la realidad esté basada en un profundo conocimiento de los factores que la regulan, tanto a escala material como dentro del plano metafísico.

2. Valentía, o sea, debe tener la suficiente valentía para superar sus impulsos y controlarse de no cometer pecados, según lo declarado en el tratado Abot (4:1): "¿A quién se denomina valiente? Al que controla sus impulsos". Según Maimónides la valentía es una de las virtudes éticas, o sea, consiste en dirigir las fuerzas humanas según el entendimiento. Los comentaristas de Maimónides ad loc. le cuestionan esta caracterización ya que el Talmud de Babilonia (Tratado de Nedarim 38a), en donde se encuentra la fuente de esta legislación, considera los atributos de valiente, rico y humilde (estos últimos son citados por Maimónides aquí) según su significado simple. Es decir, valiente como fuerte físicamente y rico como adinerado. Respuesta: 1. Al parecer Maimónides caracteriza al profeta desde su propio punto de vista y no necesariamente sigue la opinión vertida en el Talmud. 2. El Talmud presenta estos atributos, es decir, sabio, valiente, rico y humilde, como requisitos de la profecía permanente, mientras que Maimónides codifica aquí la profecía incluso no permanente.

3. Riqueza, o sea, se refiere a una persona que
está conforme con lo que posee y se comporta con austeridad (cf. Abot 4:1)

4. Comprensión amplia y correcta es parte de las virtudes intelectuales y comprende la capacidad de captar con facilidad las situaciones y las circunstancias, y este atributo debe ser parte del profeta.

5. Salud: junto con las virtudes intelectuales y éticas, el profeta debe poseer salud e integridad física, que su cuerpo y su temperamento sean equilibrados sin ningún tipo de carencia; ya que los dolores o sufrimientos influencian negativamente sobre las facultades necesarias para unirse con el intelecto superior.

6. Ascetismo: se aleja de la mayoría de las personas que viven
según el devenir del tiempo y según los placeres del momento; de tal forma su mente estará siempre dirigida a reflexionar sobre temas trascendentales.

El Templo de Jerusalem